¡Arriba la teta, abajo el tetero!


Cuando Miguel nació no había ni un solo tetero en su pañalera. Su mamá y papá no quisieron comprarlos y pidieron a los amigos y familiares que no le regalaran ni uno. Ella sabía, desde que tenía a su bebé en el vientre, que lo alimentaría con su cuerpo. Estaba tan segura que ni la leyenda del dolor y el pezón roto la llevaron a coquetear con el biberón.
Miguel se alimentó única y exclusivamente con leche materna hasta los cinco meses y medio. No hubo ni siquiera agua (90% de la leche es agua), a pesar de que los familiares y amigos sugerían darle, de vez en cuando, algo más que la teta, pues decían que ésta no lo sustentaría.
Su consejera de lactancia y facilitadora de parto, María Eugenia Sánchez Ravelo, quien trabaja en Buennacer y en Embarazarte –centros dedicados a la educación pre y postnatal- le había dado los conocimientos necesarios para enfrentar mitos y creencias: toda mujer puede dar leche, amamantar no causa dolor si hay buena técnica, hay que darle teta sin restricción de horarios ni cantidad, trabajar y amamantar es posible si hay bancos de leche.
Junto a ella, y gracias a la práctica de la Policlínica Cristóbal Rojas, Miguel llegó a los brazos de mamá en la primera hora de nacido, a pesar de una cesárea. No estuvo en el retén, pues los brazos y el pecho de papá eran suficientes para calentarlo. Luego se conectó al pezón y esto disparó la producción de leche. Fue así como recibió su primera comida: el calostro, un líquido amarillento que protege contra infecciones; activa la producción de leche; evita hemorragias en la madre y fortalece la relación afectiva madre-hijo(a).
AMAMANTAR Y TRABAJAR
Si bien lo ideal es alimentar exclusivamente con leche materna hasta los seis meses, la madre de Miguel no logró hacerlo pues debía trabajar y el personal de la guardería donde lo cuidaban dudaba de las ventajas de una leche almacenada que a su parecer “no sabía muy bien”. Por ello, a los cinco meses –cuando ingresó a la guardería- le suministró papilla de frutas (comenzando por la lechosa) aunque nunca dejó de darle su leche materna, la cual llevaba en bolsitas plásticas (almacenables) para que se la dieran en un vasito. También, al mediodía ella iba a la guardería a darle su tetica antes de dormir la siesta.
La ausencia de conocimiento en estos centros es una limitación grande para las madres trabajadores, quienes no solamente deben hacer esfuerzos por extraerse y almacenar su leche en horas de la madrugada, sino que deben luchar contra la ignorancia que lleva a considerar como algo “excéntrico” dar leche sin tetero y tener que calentarla en baño de maría.
Aprovechando el decreto del Ministerio del Trabajo y del Ministerio de Salud, que extendió a dos horas diarias durante un año el permiso laboral para amamantar, la madre de Miguel acudía los mediodías a la guardería para darle de comer a su bebé, cosa que hacía frente a la mirada cuestionadora de las maestras, quienes decían que este acto distraía al niño de su rutina de adaptación.
Tal argumento no logró anteponerse al derecho del bebé a recibir su “vacuna” diaria. A los seis meses, Miguel pesaba 8.840 Kg. y medía 68,5 cmt. Tenía contextura fuerte y una piel rozagante. Según la tabla de crecimiento de la OMS, el promedio para un varón de esta edad es 8 kilos y 68 centímetros de talla.
Después de los seis meses Miguel comió sopas, papillas de distintas verduras y frutas (menos cítricos) compotas, cereales, cremas, galletas de bebé, pero por nada del mundo dejó su teta, la cual saboreaba las veces que quería cuando mami no estaba en el trabajo, especialmente en las nochjes antes de dormir. Fue a los dos años cuando Miguel dejó su tetica, pues se quedaría en casa de la abuelita –en Barquisimeto- mientras mamá debía trabajar en Caracas. Antes de ese mes de vacaciones, Mamá le explicó que las teticas necesitaban descansar, y poco a poco fue ocupando el tiempo en que lo amamantaba con otras actividades y con otros alimentos. Con pequeñas distracciones lo hacía dormir sin darle la teta y al cabo de una semana y media ya Miguel había entendido que la comida de ahora en adelante ya no vendría del seno de mamá.
El vínculo emocional de mamá y Miguel es indescriptible, algo , más allá incluso de la sangre, los une. Miguel es un niño seguro de sí mismo, independiente y muy despierto y con una salud a prueba de diarreas, lechina y demás enfermedades. Ya Miguel tiene tres años y seis meses y es un niño feliz, y lo se, porque no para de reir, jugar, imaginar y disfrutar. Y yo se que la parte esencial de esto está en haberlo amamantado.

Danisbel (mamá de Miguel Augusto, nacido el 24 de octubre de 2006)

Comentarios