Mientras más teta más inteligentes

Bajo ese título escribí hace dos años, en agosto de 2008, un reportaje sobre la importancia de dar leche hasta los dos años, o más. El título que inicialmente había pensado para ese trabajo era "el muchach@que camina y la mamá que lo amamanta", pues lo que quería señalarle a todas las madres era la importancia de dar teta más allá de los seis meses, no solo por darle un alimento al bebé para su organismo, su barriga, su cuerpo, sino para darle inteligencia. Sí, neuronas capaces de interconectarse y producir actividad con mayor velocidad que la que puede registrar un niño no amamantado. Cada vez que digo esto muchas mujeres me miran como a una extraterrestre, a ellas y a ellos también, los invito a leer lo que escribí en el diario El Mundo (vespertino que desapareció en 2009) en aquella oportunidad.

Que si el niño se malcría, que si esa “agüita” ya no aporta nutrientes al bebé o sencillamente que seme caen las “lolas”. Se trata de argumentos recurrentes, que se escuchan día a día en las consultas pediátricas, y con los cuales las madres tratan de explicar las razones por las cuales un bebé que tiene dientes y camina no recibe leche materna. Lo cierto es que desde el año 2000, las organizaciones de salud que trabajaron en el diseño de la Estrategia Mundial de Alimentación para el Niño Pequeño demostraron –previa la presentación de 3.000 estudios científicos- que la leche materna exclusiva es clave en los primeros seis meses de vida al aportar el 100% de los nutrientes, pero también lo es –de manera complementaria- hasta los 24 meses de edad al brindarle el 70 y 40% de sus requerimientos nutricionales. Pero no sólo se trata de ventajas alimenticias. La licenciada Yadira Rodríguez, quien fue coordinadora nacional del Programa de Lactancia Materna del Ministerio de Salud, explica que “el cerebro que va a tener un niño en su vida adulta alcanza su máximo desarrollo a los 18 meses y la leche materna contiene unos ácidos grasos polinsaturados que son necesarios y esenciales para su desarrollo. Estos ácidos grasos no se producen demanera endógena sino que el bebé debe recibirlos en su dieta diaria, pero es la grasa de la leche materna el único alimento que los tiene en gran cantidad, garantizando así un crecimiento del cerebro, de la retina y de todo el sistema nervioso en condiciones óptimas”.

Rodríguez explica que los seguimientos realizados a niños amamantados demuestran que su coeficiente intelectual está 5 y 6 puntos por encima que aquellos niños que son alimentados con fórmulas lácteas. Para desmitificar que la leche de la madre pierde sus propiedades a medida que el bebé crece, la experta señala que hasta el último momento en que se decida amamantar, el pecho materno ofrecerá una protección inmunológica contra el cólera, el dengue, las infecciones respiratorias, y los factores antidiarréicos. También habrá menos predisposición a la obesidad, a la diabetes y a las enfermedades cardiovasculares. En cuanto a los beneficios psicológicos, esta práctica garantiza un estrecho lazo afectivo que se traducirá en el futuro en mayor seguridad e independencia.

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